El héroe de la Breña, Andrés Avelino Cáceres, nació en Ayacucho el 4 de febrero de 1833. Sus padres fueron don Domingo Cáceres Oré y doña Justa Dorregaray. Era de buena la posición del joven en su tierra natal; su padre era un conocido hacendado y la familia de su madre, de las principales. Por parte de madre, se preciaba Cáceres de descender de Catalina Huanca, la del célebre tesoro escondido.
Hizo sus primeros estudios en el Colegio Nacional “San Román” de Ayacucho, demostrando desde sus inicios de estudiante una gran inclinación por la carrera de las armas. En la revolución de 1854, se alistó a las ordenes de Castilla, con el grado de alférez, en el Batallón Ayacucho y combatió en la batalla de La Palma.
Cáceres contrajo matrimonio con doña Antonia Moreno, abnegada esposa con quien tuvo tres niñas. Su compañera supo compartir, durante la guerra con Chile, todas las penurias del Héroe de Breña. En muchas ocasiones estuvo al borde de ser fusilado por sus patrióticos servicios, que determinaron colectas y donativos para seguir la guerra contra el invasor de 1879.
Con el grado de Capitán, Cáceres participa en la guerra civil de Vivanco entre los defensores del gobierno, y se distinguió en el asalto y toma de Arequipa. Allí resultó gravemente herido en el rostro. Le quedó desde entonces una cicatriz que le cruzaba el parpado y le encerraba el ojo para darle la apariencia de tuerto.
Tenía todavía abierta esa herida cuando estalló la guerra
con el Ecuador. A pesar de su contratiempo fue uno de los primeros en salir a
la frontera y tomó parte de toda la campaña. A firmarse la paz, Castilla lo
envió a Europa a curarse. Volvió a los siete mese cuando las circunstancias
políticas habían cambiado y sólo halló colocación durante la administración de
Pezet.
En el Combate del Callao, el 2 de mayo de 1866, Andrés A.
Cáceres tuvo bajo su mando el Fuerte Ayacucho con el grado de Teniente Coronel.
Otro valeroso combatiente de esta heroica acción, el coronel José Joaquín
Inclán, lo menciona con elogio en su parte sobre esta jornada. Resuelto, leal,
era términos y calificativos ya comunes en la personalidad de Cáceres.
En 1874 alcanzó Cáceres súbita notoriedad. Varios sargentos
del Batallón Zepita acuartelados en San Francisco se sublevaron, sacaron las
tropas de las cuadras y salieron haciendo fuego, con el propósito de dominar la
guardia y de abrirse paso para ganar la calle. El jefe de batallón no estaba en
el cuartel. Cáceres, segundo jefe, si estaba en su puesto y al sentir los
primeros disparos tomó su revólver y salió al patio.
Los sublevados lo recibieron con una granizada de balas;
pero él llamó al oficial de guardia, alférez Samuel Arias Pozo, y con un retén
de soldados, presentó combate a través de tres cuartos de hora. El cañón del
arma que utilizaba Cáceres hervía con los muchos disparos y quemó su mano; con
la otra manos disparó sobre un sargento que iba ya a ultimarlo y era el
cabecilla de la rebelión, matándolo.
Cuando el presidente Pardo, que estaba en Chorrillos, llegó
a Lima en un tren extraordinario y se dirigió al cuartel, encontró al batallón formado
en el patio, sometido al Comandante Cáceres. El ascenso a Coronel no demora y
se le nombra Prefecto y Comandante General del Departamento del Cusco.
Cuando se produce la guerra con Chile, Cáceres se encontraba
al mando del Batallón Zepita y se une a la Primera División que comandaba el
Coronel Belisario Suarez y con ella toma parte en diversas escaramuzas hasta que
se produce el encuentro de Tarapacá, en el que Cáceres tomó el mando de los
Batallones Zepita y Dos de Mayo y con ellos alcanzó gloriosa victoria.
En pleno combate vio morir a su hermano en sus propios
brazos, destrozado por las balas enemigas. Pero reponiéndose estoicamente a su
dolor, montó nuevamente en su caballo y continuó la batalla hasta la victoria,
que como ya dijimos se debió a su pericia y valor. Después de Tarapacá, Cáceres
se apresta a emprende nuevas y valerosas acciones.
Y el 26 de mayo de 1880, el Coronel Andrés Avelino Cáceres
participa en la acción del Alto de la Alianza, y luego paso a Tarata, Puno,
Cusco antes de marchar a Lima. En la capital fue organizador de ejércitos y
peleó heroicamente tanto en la Batalla de San Juan de Miraflores como en la de
Reducto.
Herido en la sangrienta Batalla de Reductos de Miraflores,
consiguió trasladarse a Lima, donde se dice fue escondido durante tres días por
los Padres Jesuitas hasta que nuevamente en plan de invencible combate, inició
la llamada Guerra de la Resistencia, que significa uno de los capítulos más bravíos
de la contienda con Chile.
En un día de la segunda quincena de abril, Cáceres –que ya
es General desde febrero– conferencia en Jauja con el Dictador don Nicolás de Piérola,
quien aprecia su voluntad de resistencia y lo nombra Jefe Político y Militar de
los Departamentos del Centro. Un nombramiento que le otorga respaldo legal,
pero solo eso. Lo demás hay que buscarlo.
Cáceres organiza su ejército con un grupo de convalecientes
de la última batalla y con algunos entusiastas campesinos del lugar, Piérola se
ha trasladado a Ayacucho sin dejarle nada al jefe de la resistencia, a excepción
de su nombramiento. Por consiguiente, Cáceres solicita apoyo y pertrechos al
Prefecto de Junín, Coronel Máximo Tafur.
Su actividad no conoce la fatiga, planea, organiza, ordena. El
militar se hace tribuno y recorre los poblados halando a la gente humilde y
arisca de al serranía; vive lo que dice y lo dice en quechua. Llega al corazón de
los campesinos que responden a su llamado. El General Cáceres empieza a ser
llamado el “taita”. Sus soldados llevaban un distintivo: una cinta encarnada en
el sombrero y un pañuelo blanco en el cuello.
Cuando estaba formado su ejército de resistencia supo
engañar a Ambrosio Letelier, cruel y deshonesto jefe chileno que estaba
operando en el centro del país: le hizo creer que tenía fuerzas muy numerosas
Cacees para no demostrar el escaso número de sus tropas, hizo arriar una gran
cantidad de auquénidos poniéndoles una especie de sombrero. A la distancia esto
parecía un numerosos ejercito motivando el retroceso del invasor.
Esta dura campaña de la Breña sirvió para desorientar al
enemigo. Cáceres se convertía en forjador de caminos y conductor de acciones imposibles.
Estas hazañas indujeron a los chilenos a llamarlo “El Brujo de los Andes”,
porque a veces desaparecía entre las fragosidades de la sierra, cuando corría
el riesgo de ser atrapado por el enemigo; o se les presentaba de improviso para
darles batalla, cuando había posibilidades de vencerlo.
Y así, teniendo como base de sus operaciones le valle del
Mantaro, durante dos años y ocho meses (abril 1881 – octubre 1883) hostilizó a
las fuerzas invasoras acantonadas en Lima. Su heroica campaña se conoce también
como la Campaña de la Breña, por los terrenos andinos y montañosos en que el indómito
guerrero planteaba sus ataques.
Los chilenos enviaron contra él varias expediciones que
fueron derrotadas en las heroicas acciones de Pucará, Marcavalle y Concepción. Burlando
a sus perseguidores sigue hacia el norte y en 1883 libra una furiosa batalla
cerca a Huamachuco. Es una lucha de condiciones totalmente diferentes. Luego de
muchas horas de resistencia al enemigo se pierde la batalla. Cáceres y un grupo
de soldados y Leoncio Prado, quien luego de ser capturado malherido es fusilado
por los chilenos.
El espíritu de Cáceres, inalterable en su afán de expulsar
al invasor, luego del holocausto del 10 de julio de 1883 en Huamachuco,
reorganiza al Ejercito de la Resistencia para continuar con la lucha. Así lo
demuestra cuando durante su retorno al centro del país pasa por muchos pueblos
y dice: “Hemos perdido una batalla, pero aún no nos han vencido del todo… no
nos sentimos doblegados ante la adversidad, seguiremos luchando contra el
invasor”.
Luego que las tropas se fueron un merecido descanso en
Ayacucho, Cáceres ordenó marchar al Centro, es decir a Huancavelica y Junín,
para seguir desalojando al invasor. Cuando Cáceres llegaba a Huancayo ya las
fuerzas enemigas se habían retirado, y de esta manera finalizaba, la Campaña de
la Breña. Al poco tiempo Cáceres recibió la noticia sobre el Tratado de Paz
suscrito en Ancón, el 20 de octubre de 1883, con el cual no estuvo de acuerdo.
Es así que posteriormente, sale abrumadoramente triunfante,
asumiendo la Presidencia Constitucional de la República para el periodo 1886 –
1890. Con sentimientos nacionalistas, a pesar de la dificilísima situación en
que se encontraba la nación como resultado de la usurpación chilena, se
esfuerza por el progreso del país restableciendo la paz, reorganizando el
ejército y preocupándose por la educación.
Terminado su periodo presidencial se traslada a Europa al
haber sido nombrado Ministro Plenipotenciario en Francia. En 1894 retorna y es
elegido nuevamente presidente del Perú. Sin embargo, transcurridos siete meses
de gestión se vio obligado a renunciar debido a las discordias internas entre
civiles y militares.
Reside unos años en Argentina y vuelve al Perú en 1900 en
que es elegido Senador por el Callao. Un año después viaja a Italia en calidad
de Plenipotenciario y en esas mismas condiciones, en 1911, a Alemania y a
Austria-Hungría. Ocho años después, en noviembre de 1919, es honrado por la
Asamblea Constituyente con el Bastón de Mariscal.
Fundador y Jefe del Partido Constitucional pasa los últimos
años de su preclara existencia al lado de los suyos. Y es en Ancón, donde el 10
de octubre de 1923, a la edad de noventa años, se apaga su existencia, dejando
el Héroe de la Breña un recuerdo de rebeldía y heroicidad y un permanente
ejemplo de valor y coraje para todos los peruanos
No hay comentarios:
Publicar un comentario