viernes, 19 de diciembre de 2014

LA BATALLA DE TARAPACÁ



En Tarapacá se unió a las tropas de Suarez el General Buendía. Y el día 26 lo hizo la División Ríos comandad por el coronel Miguel Ríos que se encontraba acantonada en Iquique. La cuarta División “Vanguardia” a órdenes del coronel Justo Pastor Dávila y la primera División al mando del coronel Alejandro Herrera acantonaron en Pachica.




La desafortunada Batalla de San Francisco hizo que el ejército peruano se dirigiera en las peores condiciones hacia Tarapacá donde llegaron el 22 de noviembre de 1879. Allí el Coronel Belisario Suárez, desplegando grandes esfuerzos, logró que las tropas descansaran y recibieran un apropiado rancho.



Las fuerzas peruanas que se encontraban en Tarapacá ascendía aproximadamente a 3 000 hombres todos de infantería pero con muy escasa munición. Por el lado enemigo sumaban 4000 efectivos de las tres armas, formando dos decisiones al mando de Francisco Vergara y Luis Arteaga, quienes a la medianoche del 26 de noviembre tenían a la vista Tarapacá.



La mañana del 27 de Noviembre el ejército peruano se preparaba para dirigirse hacia Arica. El coronel Andrés Avelino Cáceres se disponía a marchar con su División. De pronto llegó la noticia de que el enemigo se encontraba al borde de la quebrada en las alturas que dominan la población.




De inmediato el coronel Cáceres ordenó que el Batallón “Zepíta” formara, luego lo dividió en tres columnas y ordenó que ganaran altura sin abrir fuego hasta llegar a la cima. La columna de la derecha estaba al mando del comandante Juan Zubiaga; la del centro a órdenes del mayor Pardo y la de la izquierda mandada por el mayor Arguedas.



En la misma formación, el coronel Manuel Suárez; jefe del Batallón “2 de Mayo”, avanzó a la retaguardia del “Zepita”. Los combatientes de ambas divisiones al llegar a la cumbre realizaron un fuego rápido sobre el enemigo que se encontraba a 150 metros de distancia.



El estruendo de los fusiles y los gritos de guerra de los soldados de ambos bandos, presentaba un dantesco de sangre y muerte. El coronel Cáceres ordenó a la columna de la derecha que cargase a la bayoneta a la artillería enemiga. La carga se ejecutó brillantemente, dominando al turbado enemigo.



Las columnas del centro y la izquierda conjuntamente con el “2 de Mayo”, arrollaron a la infantería enemiga que, luego de una encarnizada lucha, empezó a retroceder precipitadamente. Una a una empezaron a ser tomadas las posesiones enemigas. El avance de los peruanos se mostraba incontenible.



Este primer combate había sido sangriento. Considerables habían sido las bajas contándose entre las victimas al valeroso coronel Manuel Suárez, jefe del “2 de Mayor” y los valientes comandantes Zubiaga y Pedro Figueroa, jefes del “Zepita”. Juan Cáceres también había caído mortalmente herido, muriendo en los brazos de su valiente hermano Andrés.



Aprovechando lo escabroso del camino, los chilenos empezaron a batirse en retirada ante la persecución de Cáceres al mando del “Zepita” y del “2 de Mayo”. Pero el estado de fatiga de sus soldados obligó a Cáceres a detener la persecución. Esta situación permitió al enemigo reforzase con sus reservas y seguir enfrentando a las tropas peruanas.



Durante el repliegue, Cáceres conferenció con el Jefe de Estado Mayor, Coronel Belisario Suárez. Ambos previeron un nuevo ataque chileno. Y así ocurrió. Pues los enemigos que habían sido rechazados en un principio por las tropas de Cáceres y por la División Ríos, emprendieron un decidido contraataque.



Empezó así un segundo combate. Cáceres ordenó que sus soldados acometiesen a paso de carga. Y se dio un violento fuego de fusilería, durante el cual bregase con variada fortuna. Una nueva arremetida de los soldados peruanos obligo a retroceder a los chilenos que dejaron abandonaron dos cañones más que fueron tomados por el “2 de Mayo”.



Después de tres horas de arduos combates el enemigo había sido varias veces obligado a perder terreno. Pero el lado peruano empezaba a agotarse las municiones, lo que hizo que la suerte de la refriega se tornara indecisa. Las tropas peruanas incursionaban por senderos inaccesibles con la finalidad de controlar cualquier movimiento del enemigo.



A pesar del esfuerzo de las tropas peruanas por controlar la situación, un escuadrón chileno, el “Granaderos a Caballo”, se lanzó contra las columnas “Loa” y “Navales”. En esos precisos momentos intervino el Batallón “Iquique”, al mando del coronel Alfonzo Ugarte, que con un nutrido fuego de fusilería detuvo al escuadrón enemigo y lo obligó a retroceder.




Mediaba ya la tarde y la situación, aunque difícil, iba tornándose medianamente favorable a las fuerzas peruanas. Entre tanto en la parte baja se combatía también ferozmente. Parte de las tropas chilenas enfrentaban al coronel Francisco Bolognesi quien en acertados movimientos obligó a retroceder al enemigo a la entrada de la quebrada.



Por otro lado, Cáceres, unido a las tropas que combatían en la quebrada, emprendió un ataque envolvente, por la izquierda, con lo cual desconcertó las líneas de los chilenos. Abandonaba ya el enemigo sus últimas posiciones cuando apareció la cuarta División, al mando del coronel Justo Pastor Dávila, quien atacó el enemigo haciéndole huir en desbandada por la pampa Isluga, abandonando sus últimos cañones.



Eran más de las 6 de la tarde y la victoria había coronado los esfuerzos aunados de las tropas peruanas. Terminada y decidida la batalla, casi cuando oscurecía, las tropas peruanas contramarcharon triunfantes nuevamente hacia Tarapacá.



Las bajas en el lado peruano llegaban a 300 muertos con igual número de heridos. Los chilenos perdieron unos 800 hombres y se hicieron 61 prisioneros aparte de varias piezas de artillería y muchísimas armas.



Aquel día 27 de noviembre de 1879, las tropas peruanas obtuvieron un esplendido triunfo. Grandes y heroicos peruanos lucharon en Tarapacá en las condiciones más desfavorables, supieron defender con coraje y honor la bandera de nuestra patria peruana y nos legaron una hermosa lección de valor y sacrificio.